domingo, 18 de abril de 2010

Palabras Ajenas, Pensamientos mutuos, otra vez.

De "Si yo te dijera" de Judy Budnitz

Se me ocurrió que no había mucha diferencia entre una cosa real que existiera en mi memoria y algo que tuviera su origen en la mente.


La felicidad teñida de culpa.


Aquellos buenos años no propician buenas historias. Te aburrirías, seguro. Lo que te gusta es conocer los conflictos entre las personas, las pasiones. Son las palabras violentas y los terrenos escabrosos los que retiene tu atención.


Pensé en lo extraño que es que tu vida vaya creciendo a tu alrededor espontáneamente, como las malas hierbas. Al principio no pretendes vivirla de ninguna manera en particular, crees que estás viviendo libremente, sin ser apenas consciente de las sutiles elecciones que vas realizando. Pero a medida que pasan los años, tu vida se va cerrando lentamente en torno a ti, endureciéndose como un caparazón, limitándote por todos lados, cercándote con los muebles, las deudas y los hábitos, introduciéndote en túneles cada vez mas estrechos, hasta que de pronto te encuentras con que ya no te quedan otras posibilidades y no tienes mas remedio que seguir en la misma dirección hasta el final.


Siempre imaginé que las cosas interesantes suceden cuando hay hombres cerca.
Los hombres hacen emocionante la vida. Los hombres hacen que ocurran cosas.
Todo el mundo lo sabe. Todas las canciones lo dicen.


Un día que le pregunté ¿Por qué? un montón de veces, ella dijo: ¿Sabías que un niño antes de nacer ya sabe todo lo que hay qué saber? Un nonato sabe todo lo que ha sucedido y todo lo que sucederá, y todos los porqués.
¿Todos los niños?, pregunté. ¿Yo también?
Tu también. Lo que pasa es que justo antes de nacer, un ángel les toca en la boca y les hace olvidar todo.
Ésa es la razón por la que lloran al nacer, añadió. Lloran por el conocimiento que han perdido. Lloran porque tendrán que aprenderlo todo otra vez. Y saben que no podrán, que una vida no es suficientemente larga.
Se toco el surco sobre el labio superior y dijo: Por eso tenemos esta marca, aquí, entre la nariz y la boca. Ahí es donde nos tocó el ángel.
¿De verdad?
Claro. ¿Si no, de dónde sale esta marca?
Yo no tenía ninguna respuesta para eso.
Me miré la cara en el espejo y me palpé la pequeña depresión. Pensé que casi podía recordar las cosas maravillosas que sabía antes de nacer, jugueteaban en los rincones de mi mente. (Muuuuuuuuuy cursi, ¿Verdad?)


Algunas veces, sujetar algo con mucha firmeza, intentar guiarlo demasiado de cerca, solamente hace que se vuelva contra ti.


Verás, yo soy una persona normal. No soy supersticiosa, no soy religiosa. Sólo creo lo que veo, oigo y entiendo.


Sueño con cosas que nunca he visto, sólo oído, pero que son más reales para mi que todo lo demás.
La gente dice que no deberíamos creer nada de lo que oímos y la mitad de lo que vemos.
Haciéndolo así, terminaríamos por no tener nada en que creer, y eso ¿de qué nos serviría?
Yo puedo creer cualquier cosa. Durante un ratito.

2 comentarios:

  1. me encantó, excepto por la de los hombres.

    te amo.

    ResponderEliminar
  2. Me gustó mucho, mucho.
    Nada, lo de siempre, recordá que uno escribe y hace muy bien y nos renueva el alma!
    Beeeesos muchachita, nos vemos mañana :)

    ResponderEliminar